En medio de un clima de violencia inédito, los brasileños se preparan para elegir a su presidente. Pocas veces dos personalidades han encarnado valores tan opuestos. Encarcelado y luego absuelto por la Justicia, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva pretende salvar a Brasil de una dictadura de extrema derecha. Jair Messias Bolsonaro, elegido presidente en 2018, amenaza con no respetar el veredicto de las urnas si “los rojos” y “los corruptos” regresan al poder.

Combate frontal. Ambos reivindican sus orígenes populares y han construido su leyenda durante décadas. Sus personalidades, recorridos, enfoques sobre economía y política internacional están en las antípodas y no dejan indiferentes a los electores: el 70 % afirma estar seguro de votar por uno u otro.

La sombra de los militares: Al posicionarse públicamente en contra de Lula en 2018 y con una presencia masiva en el gobierno de Bolsonaro después de su elección, el Ejército brasileño ha salido de 25 años de silencio e insinúa que será el árbitro de esta elección.










Luiz Inácio Lula da Silva








Documento de identidad

Edad: 76 años

Profesión: obrero metalúrgico, sindicalista

Partido político: fundador en 1980 del Partido de los Trabajadores del que fue presidente hasta 1994

Presidente: dos mandatos, de 2003 a 2010

Consignas: “Por un Brasil feliz de nuevo”, “El amor vencerá al odio”

Compañero de fórmula para la Vicepresidencia: Geraldo Alckmin, un tenor de centroderecha, candidato a la Presidencia de Brasil en 2006 y 2018

Religión: católica. Cercano al religioso dominicano Frei Betto, inspirador de la teología de la liberación

Vida privada: tras el fallecimiento en 2017 de Marisa Leticia, su esposa durante más de 40 años, con la que tuvo cuatro hijos, Lula se volvió a casar en mayo de 2022 con Rosangela da Silva, una socióloga de 56 años

 La identidad de Jair Bolsonaro








Lula, una leyenda brasileña
Ricardo Stuckert, página oficial lula.com.br, 2016

Ícono de la izquierda a nivel mundial, el obrero metalúrgico convertido en presidente de una potencia emergente causa fascinación mucho más allá de Brasil. Centro del escenario, nunca satisfecho del baño de masas y de los abrazos, orador cautivante, Lula marcó casi medio siglo de vida política en Brasil, celebrando sin cesar la bondad de los brasileños y la belleza de un país “bendecido por Dios”.

Nacido en Pernambuco, una región árida y pobre del noreste, Lula huyó de la miseria al emigrar hacia las fábricas de São Paulo. Limpiabotas, luego obrero en una fábrica de automóviles, perdió un dedo de la mano izquierda cuando se le quedó atrapado en una máquina.

Lula, en una plataforma petrolera en octubre de 2010, es calificado como “jefe pandillero de nueve dedos” por los partidarios de Bolsonaro en 2022. Antonio Scorza, AFP

Sindicalista y después líder de la izquierda brasileña, Lula accedió a la Presidencia en 2003 y lanzó programas de lucha contra el hambre y de subsidios familiares que hicieron salir de la pobreza a 30 millones de brasileños.

Lula llevado en hombros por los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo en 1979, Claudinei Petroli, AFP

Su gobierno también adoptó medidas de discriminación positiva para favorecer el acceso a la universidad para los afrobrasileños. En materia de medioambiente, frenó la deforestación de la Amazonía, pero atrajo las críticas de muchos ecologistas y comunidades indígenas que no le perdonaron haber autorizado la construcción de la gigantesca represa hidroeléctrica de Belo Monte en el Estado de Pará.

Buen negociador, artesano de compromisos imposibles, Lula abandonó el poder el 2010 con un índice de aprobación del 87 %. Durante sus dos mandatos (el máximo consecutivo autorizado por la Constitución), varios de sus ministros y de sus allegados fueron acusados, y a veces condenados, por casos de corrupción. A partir de 2016, Lula se volvió el objetivo del juez Sergio Moro (que se convertiría en el ministro de Justicia de Jair Bolsonaro) y de los fiscales de la operación “Lava Jato”, que lo designaron como el jefe de un sistema de corrupción a gran escala. El 7 de abril de 2018, Lula fue encarcelado en una prisión de Curitiba y el Tribunal Supremo lo declaró inhabilitado electoralmente para la presidencial de octubre, a la que se había postulado como candidato. Un año y medio después, en noviembre de 2019, el inagotable guerrero fue absuelto por el Tribunal. Liberado de la cárcel, recuperó sus derechos cívicos y se lanzó a su sexta campaña presidencial.



 El itinerario de Jair Bolsonaro
Lula encarcelado concede una entrevista el 26 de abril de 2019. Ricardo Stuckert, Instituto Lula







Economía: regresar a los “buenos viejos tiempos” de la prosperidad y la redistribución

Durante su Administración, entre 2003 y 2010, Lula buscó constantemente el apoyo del patronato, mientras establecía programas sociales y educativos. A lo largo de su campaña de este año, en cada uno de sus mítines ha evocado su balance económico y social más bien halagador (una década de crecimiento económico y de reducción de las desigualdades) y promete un regreso a los días felices de los años Lula.

“Quiere extender y reformular los programas de ayuda social iniciados bajo su presidencia”
 Gaspard Estrada

Gaspard Estrada, director del Observatorio Político de América Latina y el Caribe de Sciences Po, detalla: “Quiere extender y reformular los programas de ayuda social iniciados bajo su presidencia, reindustrializar Brasil con una renegociación de un eventual acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea […] y reorientar los préstamos del BNDES, el banco público de inversión, hacia las PYMES más que hacia las grandes empresas”.

Para Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales en la fundación Getulio Vargas en São Paulo, “Lula no es un ardiente defensor del libre mercado. Critica las reformas sociales que han ocurrido en los últimos años, defiende la causa del medioambiente y explica al sector empresarial que Brasil estaría mejor representado en la globalización con él al frente”.



 La economía según Jair Bolsonaro






Política extranjera: ambición mundial y grandeza de Brasil

Durante su Presidencia, Lula fue el campeón de un nuevo nacionalismo brasileño dentro de las grandes instituciones internacionales. Al reivindicar el liderazgo regional de Brasil en América del Sur, pidió en varias ocasiones un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Lula y Jacques Chirac en la sede de Naciones Unidas en Nueva York en 2004. Lula y los líderes de la izquierda latinoamericana Hugo Chávez y Néstor Kirchner en la cumbre de la UNASUR (Unión de las Naciones Sudamericanas) en Caracas en 2010. Ricardo Stuckert, AFP / Presidencia de Venezuela, AFP

“(Bajo Bolsonaro) Brasil se convirtió en un paria internacional. El regreso de Lula a la Presidencia se traduciría en un cambio de estatus de la diplomacia brasileña y concretaría el regreso de Brasil a la escena internacional mientras que actualmente ningún dirigente del planeta quiere ir a Brasil a reunirse con Bolsonaro, mucho menos los europeos”, afirma Gaspard Estrada.



 Las relaciones internacionales según Jair Bolsonaro









El Ejército: un adversario amenazante

El Partido de los Trabajadores nació durante y en contra de la dictadura militar. Sin embargo, a lo largo de sus dos mandatos, Lula mimó a la institución militar aumentando sus presupuestos o permitiendo que los militares brasileños dirigieran una fuerza internacional de paz en Haití bajo la égida de la ONU a partir de 2004. En 2010, fue incluso bajo su Administración cuando se inauguró la primera campaña de “pacificación” militar de las favelas, en el norte de Río de Janeiro.

Como buen negociador, Lula nunca entró en conflicto con la institución militar durante su Presidencia. No obstante, su sucesora Dilma Rousseff despertó la hostilidad de los militares ante la izquierda al lanzar en 2011 una Comisión Nacional de la Verdad, encargada de arrojar luz sobre los crímenes cometidos por la junta militar entre 1964 y 1985.

En 2018, el general Eduardo Villas Bôas, comandante en jefe del Ejército, publicó un tuit amenazante dirigido al Tribunal Supremo si no inhabilitaba electoralmente a Lula para la presidencial. Con un tono marcial, Bôas afirmó “a la nación que el Ejército brasileño, al igual que todos los buenos ciudadanos, comparte el rechazo a la impunidad y el respeto a la Constitución, a la paz social y a la democracia, conforme a sus misiones constitucionales”.



A partir de entonces, la ruptura se consumó y Lula le pidió al Ejército que volviera a ser “la gran muda” y retomara el papel que la Constitución le atribuía.



 Jair Bolsonaro y el ejército






Jair Bolsonaro








Documento de identidad

Edad: 67 años

Profesión: capitán reservista del Ejército

Partido político: Jair Bolsonaro se afilió en 2021 al Partido Liberal, pequeño partido ultraconservador. Es el noveno partido al que se afilia en 33 años de vida política

Presidente: un mandato, desde 2018

Consignas: “Dios, Patria, Familia y Libertad”, “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”

Compañero de fórmula para la Vicepresidencia: el general Walter Braga Netto, uno de los oficiales de mayor rango del Ejército brasileño, jefe de gabinete de la Presidencia, después ministro de Defensa durante el mandato de Bolsonaro

Religión: católico. Bautizado en el río Jordán en 2016 según el rito evangélico

Vida privada: su tercera esposa, Michelle, evangélica ferviente, ha participado de manera activa en la campaña electoral al igual que tres de sus hijos, Flavio, Carlos y Eduardo, representantes electos de Río de Janeiro

 La identidad de Lula








Bolsonaro: la cara de otro Brasil
A lo largo de la campaña, Jair Bolsonaro ha multiplicado las “motocadas”, desfiles en moto con sus partidarios. AFP

Calificado de ‘Trump tropical’, Jair Bolsonaro asombró al planeta durante su mandato por su extremismo político, su desprecio por las instituciones o por la ciencia, y la violencia de sus declaraciones publicadas cotidianamente en redes sociales.

Oficial formado en la lucha anticomunista durante diez años, diputado durante 30 años, Jair Bolsonaro le reveló al mundo un Brasil hasta entonces desconocido: el de “los bueyes, las balas y la Biblia” (BBB). En otras palabras, el de la agroindustria, la obsesión por las armas en un país marcado por la violencia y la delincuencia, y los templos evangélicos.

“El ‘bolsonarismo’ es una liberación de los instintos y una destrucción del sistema democrático brasileño”
 Bruno Meyerfeld

“Por sus extravagancias y sus desmesuras, muchos consideraron que Jair Bolsonaro era marginal, que había sido elegido por una coyuntura favorable en 2018. Al contrario, creo que es el reflejo de un cierto Brasil de extrema derecha, radicalizado, que es cada vez más evangélico, conservador y a favor del derecho a portar armas o a destruir la naturaleza (…) El ‘bolsonarismo’ es una manera de hacer política sin límite en las palabras. Es una liberación de los instintos y una destrucción del sistema democrático brasileño”, afirma Bruno Meyerfeld, corresponsal del diario francés ‘Le Monde’ en Brasil.

Jair Bolsonaro también multiplicó los desplazamientos a los gimnasios y las entrevistas con youtubers. Cuenta oficial de Twitter de Jair Bolsonaro

Aunque menos llamativo que el de Lula, el recorrido de Jair Bolsonaro también se adentra en las profundidades de un país-continente. Es hijo de un “dentista sin diploma” que trabajaba en los pequeños pueblos rurales en el interior de São Paulo. En el pueblo de Eldorado, en medio de un ambiente muy colonial, el joven Bolsonaro no hacía más que soñar con una cosa: enlistarse en el Ejército y dejar atrás sus modestos orígenes. A los 15 años, guió a unos soldados que le seguían la pista a un guerrillero en su localidad y al año siguiente ingresó a una escuela de cadetes.

Página de Facebook ‘Militares brazilian’

En 1977 se formó como subteniente de la escuela de oficiales Agulhas Negras. En 1988 fue expulsado del Ejército tras haber publicado artículos en la prensa exigiendo mejores salarios para los soldados y porque se sospechaba que había participado en un complot cuyo objetivo era poner bombas en lugares públicos. El exmilitar entró entonces en política bajo la etiqueta del partido Demócrata-cristiano, una pequeña formación de derecha que defendía los valores cristianos, compuesta principalmente por diputados que habían apoyado la dictadura militar. Fue elegido diputado federal por Río de Janeiro en 1990 y lo siguió siendo, sin cesar, hasta su elección a la Presidencia en 2018.

Foto de campaña a comienzos de los años 90. Cuenta oficial de Twitter de Jair Bolsonaro

Durante su larga carrera parlamentaria, Jair Bolsonaro destacó periódicamente por sus declaraciones misóginas, homofóbicas y racistas. Abiertamente nostálgico por la dictadura militar (1964-1985), le rindió homenaje al coronel Brilhante Ustra, el oficial que torturó a Dilma Rousseff, en el marco de la votación que llevó en 2016 a la destitución de la presidenta, heredera política de Lula.

En medio de un clima de rechazo a las élites políticas tradicionales y de una ofensiva judicial con una “operación manos limpias” que tenía en la mira a políticos y dirigentes de grandes empresas, Jair Bolsonaro lanzó su primera candidatura a las elecciones brasileñas en 2018 y se impuso en las encuestas. El 6 de septiembre fue apuñalado en medio de la calle por un militante de izquierda con problemas psicológicos.

Jair Bolsonaro es apuñalado durante la campaña electoral en 2018. Raysa Leite, Associated Press

Menos de dos meses después fue elegido con un 55 % de los votos frente al Partido de los Trabajadores y prometió “cambiar el destino de Brasil”. “No podemos seguir coqueteando con el socialismo y el comunismo”, declaró después del anuncio de su victoria.

Durante su gobierno, Jair Bolsonaro destacó por su negacionismo durante la crisis sanitaria causada por la aparición del Covid-19, que dejó más de 680.000 muertos en el país. Opuesto a vacunar a la población durante meses, entró en conflicto abierto con gobernadores que hasta ese momento lo habían apoyado y que lograron poner en marcha la producción y distribución a nivel local de vacunas en contra de la voluntad del Estado federal.

En medio de la multitud, Bolsonaro sin mascarilla junto a sus partidarios en Brasilia en mayo de 2020. Evaristo Sa, AFP

En 2021, el día de la fiesta nacional, incitó a miles de sus partidarios a rodear la capital, Brasilia, y tomar por la fuerza el Tribunal Supremo, que había ordenado una investigación en su contra por sus declaraciones cuestionando el sistema de votación. Presionado por algunos militantes y responsables políticos, finalmente desistió.



 El itinerario de Lula






Economía: oportunismo y clientelismo

El balance económico de la Presidencia Bolsonaro está marcado por el regreso del hambre, la inflación y el desempleo. En 2018, el jefe de Estado recién elegido nombró a un banquero ultraliberal para encabezar el Ministerio de Economía. Defensor de la libre empresa, de la reducción de los impuestos y de la burocracia, enemigo del asistencialismo, las orientaciones económicas de Jair Bolsonaro son sobre todo oportunistas.

“El programa económico de Bolsonaro es extremadamente ligero”
 Gaspard Estrada

Con la crisis del Covid se reconcilió con las políticas de ayuda social. “Bolsonaro implementó esas medidas a causa de las elecciones, para ganar votos entre los electores pobres. Antes de la pandemia, nunca había apoyado programas de gastos sociales”, destaca Olivier Stuenkel. “El programa económico de Bolsonaro es extremadamente ligero. Consiste en mantener los logros que le ha otorgado a sus bases electorales, es decir, las iglesias evangélicas, el agro-negocio (poniéndole fin a todas las políticas públicas de lucha contra la deforestación y la explotación ilegal de la Amazonía), o a los cuerpos de policía, que son muchos en Brasil”, añade Gaspard Estrada.

Después de haberlo apoyado con fuerza en 2018, el sector empresarial de São Paulo ahora se distancia del antiguo capitán, preocupado por la imagen negativa que proyecta en el extranjero.

Jair Bolsonaro no teme ser una veleta y declarar que no entiende nada sobre economía. “En su programa de campaña afirma querer privatizar algunas empresas públicas. Dicho esto, en 2018 afirmaba querer privatizar el conjunto de empresas públicas, pero la realidad se impuso: esas empresas (de las que pudo nombrar a los dirigentes, a menudo militares) le han permitido mantener su campaña de reelección”, añade Gaspard Estrada.



 La economía según Lula






Política extranjera: un trumpismo pobre

Durante su mandato, Jair Bolsonaro le dio la espalda a la ambición de convertir a Brasil en una potencia mundial emergente, conformándose con un nacionalismo aislacionista y sombrío. Sin embargo, en 2020 perdió a su principal aliado y respaldo en la escena internacional, Donald Trump.

Jais Bolsonaro y Donald Trump cenan en Mar-a-Lago, la residencia de Trump en Palm Beach, en Florida, el 7 de marzo de 2020. Alan Santos, Presidencia de Brasil, AFP

“Quedó aislado […] y ahora hace énfasis en la defensa del sistema multilateral de las Naciones Unidas. Sin embargo, era lo que denunciaba en 2018. En ese entonces calificaba a la ONU de ‘marxismo globalista’. Pero el mal está hecho. Brasil está totalmente desacreditado en las grandes negociaciones climáticas en las que era un actor clave”, explica Gaspard Estrada.

“Su retórica anti-globalización, anti-medioambiente, anti-LGBT, anti-multilateralismo, anti-occidente o anti-China cortó al país del resto del mundo”, añade Oliver Stuenkel.

Jair Bolsonaro y el primer ministro húngaro Viktor Orban en febrero de 2022 en Budapest, durante uno de los pocos desplazamientos del presidente brasileño a Europa. Attila Kisbenedek, AFP

Jair Bolsonaro es el presidente brasileño que menos ha viajado desde el regreso de la democracia al país. Entre los 22 desplazamientos internacionales, estuvo en seis ocasiones en Estados Unidos.



 Las relaciones internacionales según Lula






El Ejército: pilar del Gobierno y aliado prudente

Con su elección en 2018, Jair Bolsonaro permitió que los militares brasileños regresaran al frente de la escena política, la cual habían abandonado a finales de la dictadura en 1985. A lo largo de su mandato, hasta un tercio de los ministros eran generales y más de 6.000 militares fueron nombrados al interior de la Administración. Aunque la institución militar aprovechó la elección de Bolsonaro para instalarse en el corazón del poder, ha mantenido relaciones a veces distantes con el presidente, en particular cuando trató de suspender las instituciones y establecer una junta militar.

El comandante en jefe del Ejército saluda a Jair Bolsonaro en abril de 2022. Evaristo Sa, AFP

Preocupado por conservar sus posiciones y sus intereses recientemente adquiridos, el Ejército trata de proyectarse como árbitro en la confrontación entre Lula y Bolsonaro.

Periódicamente, los oficiales evocan los riesgos de fraude electoral. “El Ejército considera que es su papel decir si la elección se llevó a cabo de manera equitativa o no, lo cual no está entre sus prerrogativas constitucionales. Habla abiertamente de organizar un sistema de recuento paralelo. La gran pregunta que se plantea es saber si el Ejército obligará a Jair Bolsonaro a abandonar el palacio presidencial y aceptar el resultado si pierde la segunda vuelta con 48 o 49 % de los votos”, previene Oliver Stuenkel. Y añade: “Bolsonaro aprendió la lección del 6 de enero de 2021 en Estados Unidos y considera que el mayor problema de Trump era que no tenía el apoyo del Ejército”.



 Lula y el ejército